El padre Valentino ha perdido la vocación. En medio de la rutina, la repetición y el paso del tiempo, ha olvidado el sentido y propósito de su labor sacerdotal. Predica a los feligreses acerca de la importancia de cultivar y ejercer los dones que el Señor nos ha dado, pero él ya no puede sentir lo suyos. En medio de la agonía que le genera el tener que seguir adelante de manera mecánica y vacía con su servicio, Valentino ruega desesperadamente a Dios por una señal que no parece llegar. Entonces, un día como cualquier otro, un hombre desgarbado e insignificante a quien ni la voz se le escucha, se presenta en la iglesia pidiéndole ayuda y afirmando ser un hombre lobo que, en las noches de luna llena, se transforma en una aterradora bestia que sale a matar humanos. ¿Es esa la señal que tanto pidió? ¿O sólo un pobre diablo más que ha perdido la cordura?
El cielo es el límite, por eso el único pecado imperdonable será perderse HOMBRES DE DIOS.